A pesar de que Kamila, de cinco años, está acostumbrada a hacerse la extracción de sangre, gritó cuando la aguja le pinchó el brazo y se aferró a su madre para buscar consuelo en un salón de clases convertido en una clínica en la ciudad de Riohacha, al norte de Colombia. Nació prematura a las 30 semanas, con solo 900 gramos, problemas renales y una atrofia cerebral que retrasó parte de su desarrollo.
Ella es una de las miles de personas que esta semana recibirán tratamiento de médicos y odontólogos de la Marina de Estados Unidos a bordo del USNS Comfort.
Muchos son inmigrantes venezolanos que han huido de la crisis económica a través de la frontera. Otros son colombianos, incluidos los indígenas Wayuu, que buscan atención en medio de constantes retrasos en el saturado sistema de salud de Colombia.
La mayoría de los pacientes, previamente seleccionados por las autoridades locales, recibirán atención en tierra en dos clínicas instaladas en escuelas, mientras que los que necesiten cirugía serán trasladados en helicóptero al barco, anclado lejos de la costa.
“Necesitábamos unos exámenes que me costarían muchísimo en Venezuela, pero aquí los hicieron en segundos“, dijo la madre de Kamila, Yennymar Vilchez, de 24 años, quien llegó hace cuatro meses.
La semana pasada, el personal del barco atendió a más de 5.400 pacientes durante cinco días en la ciudad de Turbo, cerca de la frontera selvática con Panamá, incluidas 131 cirugías.