Algo extraordinario ocurrió tras la crisis financiera que estalló hace 10 años en Estados Unidos y se propagó por el mundo: América Latina evitó ser golpeada duramente por el colapso.
La forma en que la región logró escapar de los peores efectos de esa crisis contrasta con lo ocurrido en Estados Unidos y Europa, donde la Gran Recesión caló más hondo.
Lo que sucedía hace una década desentona con la propia historia de América Latina, tradicionalmente mucho más sensible a las crisis en los países desarrollados.
Se trata, por ejemplo, de la región del mundo en desarrollo que más sufrió la desaceleración en los países industrializados tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU.
Según Arturo Porzecanski, economista de la American University, 2008 pudo haber sido la primera vez desde la época de la independencia de los países latinoamericanos en que una gran contracción económica y calamidad financiera en el mundo industrializado ocurrió sin dejar una crisis de deuda, divisas o bancos en la región.
A diferencia de lo que ocurrió en América Latina, en EE.UU. continúa hasta el presente el debate sobre si se debió evitar impulsar más medidas anticíclicas tras la crisis de 2008.
“El gobierno de (Barack) Obama cometió un error crucial en 2009 al no aplicar un estímulo fiscal mayor, más prolongado, mejor estructurado y más flexible. Si lo hubiera hecho, la recuperación de la economía habría sido más fuerte”, escribió hace unos días Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001.
Esto motivó una respuesta de Lawrence Summers, exasesor económico de Obama: “No le encuentro sustento al argumento de que era factible un estímulo fiscal considerablemente mayor. Y el intento de conseguirlo hubiera significado más demora, en medio de un derrumbe de la economía, con riesgo de que la expansión fiscal fracasara”, sostuvo.
Por otro lado, algunos economistas en países desarrollados llegaron a señalar a América Latina como un ejemplo de lo que podía evitarse con regulaciones bancarias más estrictas.
Pero el escenario global ha cambiado desde entonces, con la caída en el precio de las materias primas, la recuperación económica de EE.UU. y su perspectiva de una guerra comercial con China, o nuevas crisis en países como Venezuela y Argentina, país este último que debió acudir al FMI para apuntalar su moneda.